Las aventuras de Hércules (3): el león de Nemea


En Delfos, el oráculo le indicó a Hércules que debía ir a la ciudad de Tirinto, donde reinaba Euristeo, y cumplir durante doce años los trabajos que él le indicaría como a un esclavo. Sólo así quedaría expiado el pecado cometido al matar a su mujer e hijos.

El primero de los trabajos que le encargó fue acabar con el león que estaba devastando los campos de Nemea, no muy lejos de Tirinto. Los habitantes estaban aterrorizados y nunca salían de sus casas. Para asegurarse de que Hércules cumpliría bien el trabajo, tenía que traer, además, la piel del animal -a pesar de que no había ningún arma capaz de atravesar su piel.

Hércules se armó convenientemente: maza, lanza, espada, red. Pero, efectivamente, nada parecía poder acabar con él: a pesar de las vigorosas embestidas y los brutales ataques que el héroe lazaba una y otra vez contra el animal, este salía siempre indemne. Así que se dio cuenta de que más valía maña que fuerza, de modo que cerró la entrada de la cueva del león con una red y arrinconó al animal. A pesar de sus rugidos amenazadores, Hércules se lanzó contra él y le ahogó con sus propias manos.

Para desollar al león se sirvió de una de las mandíbulas del animal, afiladas y fuertes como cuchillos, ya que su espada nada podía hacer contra la piel del león, incluso estando este muerto. Se la enrolló sobre el cuerpo y volvió a Tirinto.

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